“El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos.” Con estas palabras empieza el capítulo tercero de El laberinto de la soledad de Octavio Paz. Recordé este texto en especial al ir en camino hacía el tradicional grito que se celebra cada 15 de septiembre en cualquier lugar de la república. Parecen ser acertadas las palabras de Paz. Llegando el mes de agosto el año se va como agua, pues en seguida están las fiestas patrias, día de muertos, navidad y se comienza el año con día de reyes, sin mencionar las demás festividades que se presentan.
Las calles fueron inundadas con los colores patrios, pero en la calle se escuchaban pláticas de resignación con respecto a la política mexicana. Actualmente México y el mundo pasan por una crisis económica, o así nos han hecho creer. “Prometes al igual que X, y nomas nada” dijo uno de los espectadores del grito, otros más se atiborraban de alcohol en la noche libre, con gritos y euforia en grupos de jóvenes que lo único que sentían era una sed inmensa, quizás queriendo ahogar aquella soledad que dice Paz o aquella frustración resaltada por Ramos. Éste último considera que el mexicano se encuentra en un estado de frustración ante su realidad y por ello busca maneras de resaltar ante los ojos de los demás.
No cabe duda que para fiestas el mexicano se pinta solo, explota en varios colores, grita y toma sin medida, se deja llevar por aquel caos, por la fiesta que lo que hace es más que un desahogo para esa olla de presión que cada vez más resopla por la situación económica actual. Considero que faltó decir a Paz que el mexicano solo celebra un vacio, ya no se alza en armas, le da igual su realidad, se queja pero no alza la voz, solo grita un ¡viva México!, pero es puro protocolo porque sabe que después vendrá la comida y el alcohol para escapar de su situación precaria. Todo es ocasión para reunirse, excepto la inconformidad social.
Las calles fueron inundadas con los colores patrios, pero en la calle se escuchaban pláticas de resignación con respecto a la política mexicana. Actualmente México y el mundo pasan por una crisis económica, o así nos han hecho creer. “Prometes al igual que X, y nomas nada” dijo uno de los espectadores del grito, otros más se atiborraban de alcohol en la noche libre, con gritos y euforia en grupos de jóvenes que lo único que sentían era una sed inmensa, quizás queriendo ahogar aquella soledad que dice Paz o aquella frustración resaltada por Ramos. Éste último considera que el mexicano se encuentra en un estado de frustración ante su realidad y por ello busca maneras de resaltar ante los ojos de los demás.
No cabe duda que para fiestas el mexicano se pinta solo, explota en varios colores, grita y toma sin medida, se deja llevar por aquel caos, por la fiesta que lo que hace es más que un desahogo para esa olla de presión que cada vez más resopla por la situación económica actual. Considero que faltó decir a Paz que el mexicano solo celebra un vacio, ya no se alza en armas, le da igual su realidad, se queja pero no alza la voz, solo grita un ¡viva México!, pero es puro protocolo porque sabe que después vendrá la comida y el alcohol para escapar de su situación precaria. Todo es ocasión para reunirse, excepto la inconformidad social.
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