domingo, 8 de agosto de 2010

Único y múltiple


En la Grecia antigua Parménides dijo que el ser es y el no ser no es. Quizás esta oración sea una de las más profundas y oscuras que podamos toparnos en el estudio de la filosofía. También reza el pensamiento parmenidiano que el ser es uno. Dando un gran salto en la historia podemos llevar este razonamiento en la vida actual, donde al parecer hay cierta tendencia a buscar una identidad, conformar nuestra persona, construir nuestro ser. “Seamos originales, únicos, indivisibles, eternos”. Es posible que exista un miedo a perdernos entre la multitud, a decir que hay un sin fin de Yos, aspecto que no coincide con la lógica del ser. No podemos olvidar que somos el resultado de un sin fin de sucesos, de experiencias, estamos atravesados por tradiciones, miedos, prejuicios, culturas, historia(s), conceptos, ideas, factores naturales; económicos, sociales, políticos, sexuales, biológicos, psicológicos, etcétera. La forma de percibir la realidad es única y a la vez diversa, en tanto sujetos de una tradición compartimos ciertos aspectos, pero como sujetos también guardamos nuestra experiencia de vida que es distinta y variada. Somos y no somos, somos aquellos que nos han hecho creer que somos, somos aquello que nos hemos dicho que somos, nos creamos una historia de vida, una novela. También somos lo que no somos, no soy aquél otro que escribe en otro espacio, no soy aquél que tiene un año más, ni un año menos, no soy tal cosa, etcétera. Podemos ser conscientes de nuestras diferencias y de nuestras similitudes, conscientes de la multiplicidad que cargamos en nuestro interior y que cargamos como unidad. Demos paso a lo único y múltiple.

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